¿Cómo cuál Árbol?

"Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.  Porque será como el árbol plantado junto a las aguas,(A) que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto."  – Jeremías 17:5-8



Algo de la creación que continuamente hace maravillarme de la grandeza de Dios es la variedad de árboles, diferentes en forma, en uso y hasta en su término. En este pasaje el profeta hace un contraste.  Si vemos superficialmente nos damos cuenta que uno de los árboles todo el tiempo tiene sed y pasa por fuertes calores mientras el otro parece que no.  ¿Qué? ¿Uno tuvo más suerte o más oportunidades que el otro?    Si vemos a profundidad nos damos cuenta que ambos pasan por calores y ambos tienen sed, es decir, los dos corren con la misma suerte y tienen las mismas oportunidades; la diferencia la hace el lugar donde cada uno echó sus raíces: uno las echó en el desierto, mientras el otro las echó junto a las aguas. 
 El profeta compara al árbol que está en el desierto con el hombre que confía en el hombre: “no verá cuando viene el bien” y morará en “tierra deshabitada y despoblada”.  Es como cuando espero que Fulano pague el trabajo de mi esposo a tiempo, que Mengano cumpla su palabra, y que Perengano no se olvide el bien que le hice para poder estar tranquila y confiada. Y cuando Fulano, Mengano o Perengano fallan, porque como hombres llegan a fallar, entonces decido confiar en Dios porque Él nunca falla; un poco tarde ¿no crees? … Pero como decidí usar mis recursos y no los de Él, no aproveché el tiempo y el bien pasó sin ni si quiera verlo venir.  ¡Todo por echar mis raíces donde no debía!  Lo malo es que luego es como empezar de nuevo pero con menos…
 Pero puedo poner mi confianza en Dios desde el principio, es decir, tengo la opción de recibir lo que Él me quiera dar convencida de que lo que Él decida, en tiempo y en forma, siempre va a ser lo mejor para mí.  Tengo que desaprender a confiar en el hombre para aprender a vivir confiada en Dios, es decir, sin conocer o conjeturar por algunas señales o indicios lo que ha de suceder  y sin disponer o preparar medios contra futuras contingencias.  Tengo que estar en Cristo, estar como el árbol que está plantado junto a las aguas que no ve cuando viene el calor, siempre está verde, y no se fatiga ni deja de dar fruto.
Decidamos echar nuestras raíces en Dios, alimentarnos de lo que  Él nos quiera dar, pasar por las situaciones por las que Él y como Él quiera que pasemos, en fin, terminar cada día solamente como Él quiere que lo terminemos.  Decidamos  y actuemos para no terminar como la retama del desierto, que en el mejor de los casos termina siendo combustible para hornear pan.

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