“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna... Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella?… Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” 1ª Corintios 6:12-20
Hay quienes pierden la cabeza con la idea de que el Dios de la Biblia está en contra del sexo. Pero Dios está a favor del sexo, no solamente por el buen sexo, sino por el mejor sexo y Él tiene un plan (He.13:4): dos vírgenes se conocen, se enamoran, se casan, experimentan el sexo en su noche de bodas, y permanecen comprometidos el uno al otro por el resto de sus días, viviendo así un sexo puro, estimulante y libre. Ninguna enfermedad llega a la relación. No hay comparaciones de relaciones sexuales anteriores. No hay temor de un embarazo no deseado. No hay lamentos o sentimientos de vergüenza.
El sexo ha sido trivializado con toda la atención que ha recibido en nuestros días y ha perdido mucho del misterio que lo hace tan hermoso y especial. El involucrarse en inmoralidad sexual es el usar nuestros cuerpos de una manera que deshonra a Dios; hemos de preguntar “¿Me es lícito?” “¿Es benéfico?” y “¿Lleva a una adicción esclavizante?” Consideremos que las enfermedades transmitidas sexualmente, los embarazos no deseados, las profundas heridas emocionales y el divorcio son huellas que deja la inmoralidad; además, el fracaso para controlar la conducta sexual facilita el caer en pecado sexual la siguiente vez.
¡No perdamos la cabeza… y el cuerpo de pasito! Las personas pueden permanecer castos por años, aún por toda su vida y estarán bien, física y emocionalmente. Es insensato pretender que necesitamos sexo para vivir o para ser felices. ¡El cuerpo es para el Señor! Cuando nos damos cuenta que el verdadero gozo no se encuentra en el sexo, sino en la relación con Dios a través de Jesús, vamos a ser mejores controlando nuestro apetito sexual.
El pecado sexual es algo serio, pero no imperdonable. Dios ofrece perdón gratuito a quien se vuelve a Jesucristo. Cuidemos de no condenar a quienes Dios no condena y seamos portadores del plan maravilloso de Dios no solamente a través de palabras, sino también por nuestro estilo de vida. ¡Quien mantiene su castidad, mantiene la Cabeza en su lugar!
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